Iniciar una rutina de ejercicio es, para muchos, una tarea desafiante. El comienzo suele estar marcado por la falta de motivación, y aunque sabemos que con el tiempo el ejercicio se convierte en un hábito, ese impulso inicial puede ser difícil de conseguir. Sin embargo, un reciente descubrimiento realizado por científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en España sugiere que existe un mecanismo en nuestro cuerpo que actúa como un «interruptor» natural para aumentar nuestras ganas de ejercitarnos.
Este hallazgo, gira en torno a tres proteínas que se retroalimentan en el cuerpo. Estas proteínas, que se generan en los músculos durante la actividad física, tienen la capacidad de influir en el cerebro, fomentando el deseo de hacer ejercicio. Este mecanismo es tan preciso que, cuando el nivel de ejercicio alcanza un punto que podría ser perjudicial, las mismas proteínas se regulan para disminuir ese impulso, manteniendo la actividad en niveles saludables. Sin duda, sería increíble poder activar este «interruptor» de manera controlada cuando lo deseáramos.
Un mecanismo impulsado por tres proteínas
El equipo de científicos realizó un análisis detallado sobre cómo se activan ciertas proteínas en los músculos durante el ejercicio, tanto en animales de laboratorio como en voluntarios humanos. Observaron que, cuando los músculos se contraen repetidamente, se produce un aumento en la cantidad de dos proteínas: p38α y p38γ. La segunda de estas proteínas, p38γ, además, promueve la activación de una tercera proteína llamada IL-15.
La IL-15, o interleucina-15, es una hormona que juega un papel crucial en este proceso. Funciona como un mensajero químico entre los músculos y el cerebro, activando específicamente la corteza motora, una región del cerebro que controla el movimiento voluntario. Este proceso desencadena un aumento en el deseo de hacer ejercicio, lo que a su vez, lleva a una mayor producción de estas proteínas, creando un ciclo de retroalimentación positiva que impulsa la actividad física.
Este ciclo se interrumpe cuando los niveles de ejercicio alcanzan un umbral donde podrían comenzar a causar daño. En este punto, las proteínas se autorregulan, disminuyendo el impulso para evitar el sobreesfuerzo.
Aplicaciones y posibles avances
Comprender este «interruptor» biológico tiene implicaciones importantes. Por un lado, podría ayudar a desarrollar rutinas de ejercicio personalizadas. Al analizar qué deportes o actividades físicas aumentan la producción de estas proteínas en cada individuo, se podrían crear planes de entrenamiento más efectivos y ajustados a las necesidades específicas de cada persona.
Más interesante aún es la posibilidad de activar este mecanismo sin necesidad de la contracción muscular previa. Si se logra inducir la producción de estas proteínas de manera artificial o a través de otras intervenciones, se podría fomentar el deseo de hacer ejercicio desde cero, lo que sería especialmente útil para personas con dificultades para empezar una rutina, como aquellas con obesidad.
El estudio también reveló que, aunque los niveles iniciales de estas proteínas son más bajos en personas con obesidad, el ejercicio físico sigue generando su activación. Esto abre la puerta a desarrollar métodos para activar este «interruptor» en personas que más lo necesitan, ayudándoles a iniciar y mantener una rutina de ejercicio regular.
Aunque se requiere más investigación para aplicar estos hallazgos de manera práctica, los científicos ya han demostrado algo fundamental: nuestros músculos realmente nos «piden» más ejercicio, y conocer este mecanismo nos acerca un paso más a aprovecharlo a nuestro favor. Por ahora, la clave para activar este interruptor sigue siendo superar la pereza inicial. Una vez en marcha, todo será mucho más fácil.
Preguntas frecuentes sobre el «interruptor» natural para aumentar las ganas de hacer ejercicio
¿Cuál es el impacto potencial de activar este mecanismo en la salud mental?
Activar este mecanismo podría mejorar el bienestar mental al fomentar el ejercicio, que está vinculado a la reducción del estrés y la ansiedad.
¿Qué diferencia hay entre este hallazgo y otros estudios sobre la motivación para el ejercicio?
A diferencia de estudios previos que se enfocan en la motivación psicológica, este se centra en un mecanismo biológico concreto que influye en el deseo de hacer ejercicio.
¿Existen actualmente fármacos o terapias que influyan en estas proteínas?
No, pero el descubrimiento podría abrir la puerta al desarrollo de nuevas terapias que potencien estas proteínas para aumentar la motivación para el ejercicio.
¿Cómo se evaluará la seguridad de activar este «interruptor» de manera artificial?
Los estudios futuros deberán examinar si inducir este proceso de forma no natural es seguro y no tiene efectos secundarios negativos.